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Mauricio Nieto

Ocaña, un enamoramiento de 4 años


Desperté a las 4:30 de la mañana. Fue una madrugada fría, muy diferente a las que ya había vivido.

Me levanté, me quedé sentado en mi cama, cerré mis ojos hablando con Dios y me dispuse a empezar el día con un baño helado, de esos típicos de la ciudad que despiertan a quien sea.

Mientras salía de casa, alcé la mirada y me di cuenta de lo enamorado que estoy.

En lo alto, un cielo gris con lágrimas en sus ojos que me decía “buenos días”. En la tierra, un hombre embelesado al observar su belleza.

Mientras me dirigía a cumplir con mis compromisos, veía por la ventanilla del microbús, las gotas deslizándose por sus mejillas, y entendí después de seguir enamorándome más de ella mientras la veía, el porqué de su llanto.

Sus hijos sufren, se marchan de casa, sus entrañas se desangran y sus jalifas no la miran. Pero al mismo tiempo ella lucha por ellos, por eso llora.

Mi camino seguía y yo pasmado por su belleza la continuaba elogiando porque no todos tienen el privilegio de verla.

Al horizonte observaba cómo sus tinieblas escondían sus senos, su cabellera mojada se balanceaba por sus suspiros pero a diferencia de antes, hoy su llanto era silencioso, lo que más me cautivaba.

Ya me encontraba en su corazón, y noté cómo su inconmensurable hermosura permanecía abandonada por culpa de sus lágrimas. Sé que pronto estará mejor y que al final esos jalifas se darán cuenta de su divinidad, pues su tierra de valientes lucha junto a ella.

Algunos guerreros no pudieron continuar y caminaron, pero los más fuertes persisten y los malos huirán; ese era mi pensamiento.

Sé que ella me lo agradecía debido a que seguía enamorándome mientras recorría su cuerpo, y a pocos ‘centímetros’ de llegar a mi final, quise casarme con ella.

Volví a cerrar mis ojos, y en mi mente la llamé por su nombre y le dije; “Ocaña, quiero estar contigo para siempre. Quiero amarte, vanagloriarte y luchar por ti”.

Le agradecí por acogerme en su hogar y aunque no soy digno de hacerlo, la bendije.

Eres única e inigualable y no te cambiaría por nadie más, le dije. No necesité más tiempo para amarla más, por su belleza, por sus montañas, por sus truenos y relámpagos, y por las cosas buenas que me ofreció en éste, que ahora es mi hogar.

Al llegar a mi destino, finalmente pude decirle “Te amo”.

Después de 4 años puedo decir que he vivido lo suficiente para poder hablar sobre Ocaña y su bendito Catatumbo. Una ciudad pequeña con problemas de una grande. Una mini metrópoli que acoge a todo el que quiera sentirse propio de esta tierra.

Ya se había escuchado mucho sobre las noticias de la ciudad, pero nadie había hablado sobre lo bueno que ella tiene. Hoy lo hice.

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