Después de haber vivido una guerra que atrasó al país por más de cinco décadas, un maratónico conflicto absurdo que podría merecer el reconocimiento de los Guiness Record, llega el fin en Colombia de la fuerte ‘enemistad’ entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia con el gobierno nacional.
Con una muy bonita ceremonia en la ciudad de Cartagena de India, se puso la firma de la mano izquierda de Juan Manuel Santos sobre el papel para pactar el fin de la guerra, dándole paso al llamado posconflicto.
Un posconflicto que desde el día de la firma de los tratados de paz, empezó una ‘guerra’ contra los opositores de los acuerdos que se plantearon en la Habana, Cuba.
Hoy se vive en el país un par de tranquilidad debido a que la guerrilla activa más grande, y se podría decir que la más antigua del mundo, se desmovilizó, en su mayoría. Sin embargo, el posconflicto tiene un fondo muy diferente y que algunos no han pensado.
Aclaro, no pretendo dar a entender mi oposición al proceso de paz en el país, pero tampoco quiero que etiqueten mi opinión a favor.
Colombia en la actualidad está pasando por un proceso de paz con las FARC. Han cumplido una parte de los acuerdos, al igual que la guerrilla, pero falta mucha tela por cortar de este problema, que a la mitad del país no convence la forma cómo el gobierno quiere solucionar.
El posconflicto no es nuevo en la nación y tampoco en el mundo, puesto que países como Guatemala, Nepal, Nicaragua, Ruanda, entre otros, también lo han estado viviendo.
En Colombia por ejemplo, ya se habían firmado acuerdos con guerrillas, entre ellas el PRT, el EPL y el M19, algunos con mayores problemas que otros pero que al final devolvieron a la vida civil a cerca de 5 mil hombres y mujeres.
Las FARC por otra parte quisieron mucho más, participación política y amnistío por crímenes de guerra, y es por ello que más del 50 % de los colombianos votaron NO en el plebiscito. Independientemente si fue por desinformación.
Lo que no se quiere aquí, es que se repitan las mismas políticas de perdón y olvido, gracias a la cual algunos de los miembros del M19 lograron acceder a curules en el Congreso de la República sin haber subsanado a las víctimas y sin pagar ningún tipo de pena o sanción.
No obstante, este posconflicto ha sido muy diferente a los anteriores. Temas como la reparación a las víctimas, la justicia transicional, las reformas constitucionales y políticas, y las reformas a la economía del país, han hecho de este acuerdo una vaca loca de conflictos sandios entre políticos, desenfocando la atención de lo que realmente importa.
La pobreza, la desigualdad, la corrupción y el atraso del país han sido precisamente gracias a eso, la ignorancia de los dirigentes que por la ambición a sus intereses prefieren que el pueblo siga igual. Éste es un tema sumamente importante que el gobierno debe prestar especial atención, ya que la paz tiene como uno de sus objetivos prevenir nuevos conflictos, cual sea su índole.
El acuerdo de paz lleva a un pacto político institucional, pero también a compromisos socioeconómicos porque tienen efectos posteriores, como lo indicó el presidente Santos, que según él, el PIB aumentaría dos puntos porcentuales. Cosa que sería una bendición para Colombia, ya que reduciría la tasa de desempleo, mejoraría la recaudación y ayudaría también a pasar muestra economía emergente a una desarrollada.
El fortalecimiento de las regiones con mayor impacto de la guerra es un objetivo primordial que podría mejorar la economía del país, y para ello hay en el fondo de reservas de regalías de las regiones más de $6 billones. La integración de esas zonas exige esa inversión por lo que los políticos audaces, por no decir corruptos, se verán de cierta manera en camisa de once varas, esperando mermelada.
Por otra parte, mejorar la competitividad del campo, garantizando un ambiente económico y financiero adecuado hará de la economía del posconflicto la protagonista, siempre y cuando los gobiernos actúen como debe ser y se cumplan los acuerdos pactados en la firma por la paz. Si queremos un país en paz y sin posconflicto, es necesario un buen gobierno para que los resultados desemboquen en desarrollo económico y social. Pero también es necesario un cambio de mentalidad por parte de todos los colombianos.
Finalmente y es lo que esperamos todos los nacionales, es optar por la ‘justicia’ como camino a la paz, y sanción a responsables de violaciones a los derechos humanos y al derecho humanitario es el camino más adecuado para alcanzar una paz duradera.