Entre 1812 y 1815, las elecciones se hacían en las parroquias, el voto era público y cada elector escribía el nombre del candidato junto a su firma legible. Si en el escrutinio ningún candidato obtenía la mayoría, la votación debía repetirse con los tres de mayor votación, y si en este caso tampoco se lograba la elección se hacía una tercera vuelta entre los dos mayoritarios.
Sin embargo, el sufragio público acabó con la reforma de 1853, donde se decidió que el voto era secreto para elegir Presidente, Vicepresidente, Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, Procurador, Gobernadores, Senadores y Representantes, por lo que para 1855 se determinó que se empezarían a utilizar boletas o papeletas para la elección de los candidatos.
Estas papeletas eran suministradas por los propios partidos políticos, debían estar impresas o manuscritas con los nombres de los candidatos y tras hacer la elección, la persona guardaba su voto en un sobre blanco pequeño que después cada elector depositaba en la urna electoral, una caja de madera con una abertura que no superaba los 8 centímetros, y que estaba custodiada por jurados.
Hasta 1930, cuando finalizó la hegemonía conservadora, los sufragantes debían especificar en las papeletas por cuál candidato votaban como principal y por cuál como suplente.
Este sistema finalizó porque se comprobaron numerosos casos de fraude electoral con las papeletas, en los que las personas cambiaban los sobres antes de introducirlos en la urna, por lo que en las elecciones presidenciales de 1990 se usó por primera vez la tarjeta electoral también conocida como tarjetón con la que se reemplazó las boletas.
Así se definió mediante la Ley 62 de 1988, que “en la elección para Presidente de la República, los ciudadanos votarán con tarjetas electorales que llevarán impresos los símbolos, emblemas y colores de los diferentes partidos o movimientos políticos que participen en las votaciones, con impresión clara del nombre y apellidos del respectivo candidato”.
En 2016, nuevamente el tarjetón tiene un cambio, cuando la Registraduría Nacional del Estado Civil, protegiendo el derecho fundamental al voto y a la igualdad, expide las tarjetas electorales transcritas al sistema braille, y ordena su suministro para la población en situación de discapacidad visual que las requieran.
Hoy en día el tarjetón continúa siendo suministrado por la Registraduría a todos los electores y lleva impresos los símbolos, emblemas y colores de todos los partidos y movimientos que participen en la votación, así como los nombres y apellidos de los candidatos, para que cada elector marque con una X el aspirante de su preferencia.
En el caso del tarjetón a Presidencia y Vicepresidencia, estos van acompañados por los símbolos, nombres y las fotos de los candidatos para que el elector marque con una X el que prefiera.
*Fuente: Información y datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.