En una primera vuelta presidencial, que gane el voto en blanco con la mitad más uno de los votos podría significar un revolcón político sin precedentes en la política colombiana, un mensaje contundente de insatisfacción frente a las opciones con la consecuencia de obligar a repetir las elecciones con candidatos distintos. Pero en segunda vuelta, el voto en blanco pierde ese poder y queda reducido a un papel simbólico.
Si llegara a ganar el voto en blanco en una elección presidencial, en segunda vuelta, el Presidente sería el siguiente, es decir, el candidato nominal –con nombre y apellido- que más votos saque. No importa si, por ejemplo, el voto en blanco lograra 5 millones de papeletas marcadas y el siguiente más votado no superara ni siquiera el millón de votos: Eso le bastaría para llegar a la Casa de Nariño.
Esa es una de las razones por las que el magistrado del Consejo Nacional Electoral Armando Novoa pidió este jueves a la Registraduría eliminar la casilla de voto en blanco en el tarjetón para segunda vuelta, pues este no tiene ningún efecto jurídico. No obstante, la Registraduría ya dio a conocer el tarjetón con los candidatos Gustavo Petro e Iván Duque, en el cual la tercera casilla sigue siendo el voto en blanco.
Novoa cita el artículo 190 de la Constitución de 1991, el cual establece las reglas para elegir al Presidente de la República: “Si ningún candidato obtiene dicha mayoría (en primera vuelta), se celebrará una nueva votación que tendrá lugar tres semanas más tarde, en la que sólo participarán los dos candidatos que hubieren obtenido las más altas votaciones. Será declarado presidente quien obtenga el mayor número de votos”, se lee en la Carta Magna.
A esto se suma el artículo 258, que en su parágrafo establece: “Deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una Corporación Pública, Gobernador, Alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría”. Esto, teniendo en cuenta que para cargos ejecutivos en niveles regionales no existe segunda vuelta.
Por esos apartes constitucionales, para Novoa, “mal haría la autoridad electoral en ir más allá de lo que establece la carta fundamental”, pues ese artículo no hace ninguna mención al voto en blanco. En lugar de este, a sabiendas de que en segunda vuelta esta opción puede ser usada como mecanismo de inconformidad, el magistrado propone que los ciudadanos puedan depositar su respectiva papeleta sin marcar.
Por estos días, en redes sociales y otros espacios de discusión política, la utilidad de votar en blanco –y a quién puede beneficiar frente al resultado final– ha sido tema recurrente, avivado por las decisiones de personajes como los excandidatos Sergio Fajardo y Humberto de la Calle de no optar por ninguno de los dos candidatos en disputa.
Además de defender que es una opción legítima para quienes no se sienten representados por los candidatos ganadores de la primera vuelta, muchos valoran un papel simbólico similar a quienes defienden, por ejemplo, el ‘abstencionismo activo’ como una opción política legítima en los procesos electorales, especialmente en sistemas que no contemplan el voto obligatorio, como sucede en Colombia.
No obstante, la conclusión sobre la pregunta inicial sigue siendo la misma: aun si gana el voto en blanco, uno de los dos candidatos, Petro o Duque, será ganador y se pondrá la banda presidencial el próximo 7 de agosto para gobernar por los próximos cuatro años.
En las últimas dos elecciones presidenciales, el voto en blanco en segunda vuelta no superó el 5 por ciento de los tarjetones válidos. En 2010, cuando pasaron Juan Manuel Santos y Antanas Mockus, 3,40 por ciento (444.274) fueron votos en blanco. En 2014, cuando Santos enfrentó a Óscar Iván Zuluaga, el 4,02 por ciento (618.759) optó por no marcar ninguno de los dos candidatos.
Con Información de El Tiempo